sábado, 30 de marzo de 2013

Catamarca


Íbamos por la ruta de montaña que cruza Catamarca en medio de la noche cerrada intentando llegar para la cena a un pueblito que en los mapas figura como Aconquija pero los tucumanos prefieren llamar Las Estancias. El ruido del ripio cedió ante la aparición del asfalto cuando todavía faltaban unos cincuenta kilómetros. Dicen que hay un camino más directo pero pasa por propiedad privada y en los feudos del Norte Grande nadie jode a los poderosos recordándoles que las rutas son públicas.

Por el parabrisas se podían adivinar, al fondo, las espléndidas cumbres de los Andes que techan prácticamente toda la geografía provincial. Fuera de alguna laucha que corría cuando veía las luces del auto, podía decirse con tranquilidad que éramos los únicos seres vivos en la zona.

Para cortar el silencio encendimos la radio y como no teníamos ningún cedé jugamos a ver qué frecuencia podíamos captar. Enganchamos una interferencia que por lo bajo repetía la Radio Nacional, donde se  entrevistaba a un ministro y se contaba que la temperatura en Buenos Aires era de veintiocho grados y cambiamos porque no nos importaba ni que en Buenos Aires hiciera calor ni que el ministro pensara que éste es el mejor gobierno de todos los tiempos porque lo tiene a él de ministro.

Detuvimos la perilla del dial cuando escuchamos, con una claridad inusitada para la Nada donde estábamos, a Frank Sinatra cantando Strangers in the Night, seguido por Edith Piaf y su Vie en rose. Avanzamos varios kilómetros perplejos, disfrutando de la música e intentando descifrar qué radio podía ser, hasta que la voz de Bruce Springsteen se cortó antes de terminar de cantar que había nacido en los Estados Unidos.

Cuando llegamos a Aconquija ya estaban sentados a la mesa y, con el mismo tono de sorpresa que puso el vigía de Colón cuando gritó Tierra, comentamos lo sucedido. “Es la radio de la minera. Los gringos viven ahí y no les gusta el folklore, así que ponen eso”, dijo el dueño de casa y cambió de tema, con total naturalidad.