domingo, 16 de junio de 2013

Economía

Sobre la calle principal de Tilcara, que como todo en Jujuy se llama Belgrano, había una señora que en su pequeño rescoldo preparaba unas riquísimas tortillas de pan sin levadura que cobraba un peso o dos si la querías con jamón. Era una costumbre con la primada alguna tarde durante las visitas comprar una botella de cerveza y sentarse en la plaza a merendar ese manjar. En verano, a partir de que Tilcara se puso de moda con los porteños, para comprarle la tortilla a la señora había que hacer cola, pero ella no se inmutaba y las preparaba de a una con tranquilidad. “Tiempo andino”, llama a esa parsimonia una prima mía que conoce las montañas desde Chile hasta Colombia.

Un señor visiblemente porteño, que esperaba su turno y tenía hambre, se acercó al rescoldo y a la señora para sugerirle hacer dos tortillas al mismo tiempo. “Tiene lugar en la parilla –le dijo-, y si hace de a dos no sólo va a haber menos fila, sino que usted va a ganar más, porque podrá atender al doble de gente y cada persona que no le compró porque había que esperar va a venir a comprarle”.

La mujer, con sus ojos aindiados y sus manos gastadas, lo miró un instante y dio vuelta la tortilla. Cuando el porteño se estaba por dar por vencido en obtener una respuesta, ella volvió a mirarlo y le contestó:

“Puede ser lo que usted dice. Pero la verdad, ¿yo qué apuro tengo?”